Había leído mil novelas de amor, de aventuras, de historias ilógicas,
tan felices que era imposible que sucedieran en este mundo catastrófico.
Viajaba a diario en tren, observando mil historias diferentes que viajaban con ella en el vagón y que por unos instante se unían. Veía enamorados que se miraban y besaban como si fuera esa la última vez, escuchaba conversiones telefónicas de manera indiscreta e imaginaba que las palabras fueran para ella.
No perdía la esperanza de vivir esa historia de novela en el que por el último vagón de aquel tren que se dirigía a Pola de Lena apareciera aquel hombre que la mirara como nunca ningún hombre lo había hecho, que la abrazara e hiciera sentir viva, que hiciera de su vida la historia feliz de un mundo lleno de odios.
Ella nunca dejo su tren, ni sus libros de amor, ni la imaginación, ni la esperanza de encontrar a su gran amor en el tren..
Sean buenos.